Una especie en vías de extinción
El copyright era un antiguo ecosistema prehistórico, vigente durante una era tecnológica caduca conocida como periodo analógico.
Su característica distintiva era que la interdependencia entre cada
organismo, estaba signanda por la escasez: los flujos inmateriales
necesitaban de copias materiales, que eran escasas. El copyright marcaba
inflexiblemente dominios y territorios en el periodo analógico mediante
el establecimiento de monopolios. Es por esto que las
estructuras verticales, aparatosas, territoriales y de gran tamaño
constituían una ventaja selectiva: las especies dominantes de la cima de
la pirámide o cadena trófica, eran lentas y gigantes: no necesitaban grandes cerebros, pero si grandes monopolios
que les permitieran centralizar y optimizar la producción y la
distribución. El peso aplastante de estos gigantes analógicos promovió
un ecosistema uniforme y poco diverso, el ecosistema del copyright.
Luego del impacto del asteriode de internet, su onda expansiva, provocó un cambio radical en el entorno: surgió una nueva era, conocida como periodo digital. La lógica de redes y la abundancia de los flujos inmateriales entre los organismos
marcó el cambio climático global: las estructuras físicas gigantes y
anquilosadas, en vez de constituir una ventaja selectiva, en este nuevo
ambiente se convirtieron en un pesado lastre pre-digital.
Algunas especies pequeñas, que antes sólo sobrevivían en los márgenes
de antiguo ecosistema, ahora encontraban un nicho apto para hacer valer
sus ventajas selectivas. Se diseminaron rápidamente de forma horizontal
por el nuevo contexto de redes, mientras las antiguas especies
dominantes sólo atinaban instintivamente a tratar de reproducir sin
éxito sus viejas prácticas terroritoriales y monopolistas. Incapaces de
sobrevivir en un ambiente signado por el impacto de internet, su destino
será evolucionar hacia nuevas formas, o aceptar su inexorable extinción.
Pero fueron estas especies digitales, homeotermas y autónomas, de pequeño tamaño, pero con cerebros más grandes e inteligentes, las capaces de aprovechar y moverse más agilmente entre los entornos cambiantes de las nuevas redes, y ponerlos a trabajar a su favor, en vez de intentar resistirlos. La consecuencia: una explosión en diversidad de nuevas especies.
Las especies digitales desarrollaron una nueva área cerebral conocida como neocorteza-web. La neocorteza a su vez, posibilitó el desarrollo de la inteligencia social. Las nuevas especies promoverán entonces la reemergencia de lo comunitario y de las dinámicas colaborativas como estrategias clave para la supervivencia en un mundo sin propiedad intelectual.
Finalmente, del copyright sólo quedarán algunos antiguos vestigios
fósiles, cuya utilidad ya no podrá ser otra, que ocupar las polvorientas
vitrinas de algún oscuro museo de paleontología cultural...
Fuente: Derecho a leer
Te gustaría seguir este blog?
No hay comentarios:
Publicar un comentario